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 Raquel Fischer en Mujeres del Medioevo espiritualidad y servicio al hermano. Una historia lejana y actual: Las videntes

La doctora Raquel Fisher  conmovió el Foro dela Mujer con su brillante exposición .

La disertante Raquel Fischer con Maria Gabriela Rebok, Marcela Miguens y Maria Tereza Solá

Hildegarda y las beguinas, una historia lejana y actual.

Dra. María Raquel Fischer

Si imaginamos el siglo XXI como el territorio en que comenzamos a vivir, hay que analizarlo, sembrado de proyectos, verlo como escenario de la vida y de una sana convivencia entre las personas. De ahí también nuestra responsabilidad para que en él sea posible algún grado de felicidad, y se la pueda desear interminable.

Ahora bien, tal actitud pide una recuperación de la realidad que comienza por mirar la historia y recoger aquel pasado que pertenece a la vida humana y que nos ayuda a recorrer el largo camino hasta la actualidad y, al mismo tiempo, nos enfrenta con el futuro. Por lo tanto mirar la historia es remitirse inexorablemente al porvenir.

En esta línea que une la memoria con la esperanza quisiera abordar algunas formas religiosas que si bien pertenecen a la época medieval, han influenciado en la modernidad, y hoy reaparecen con nueva vigencia en nuestro patrimonio cultural. Se trata en especial de aquellas mujeres que alimentaron su talento espiritual con las entrañas de la vida y desarrollaron una sensibilidad que les permitió comprender de un modo creativo su propio tiempo. En todas ellas el saber se hizo servicio a los hermanos. Y si hoy la memoria las tiene en cuenta es justamente porque dan testimonio de un fortalecimiento en el amor que surge de la convicción que también al pensar le vale la pena dar la vida.

Hildegarda de Bingen (1098–1179) es una de las primeras mujeres medievales que ha contribuido a la orientación del porvenir y a que se vean algunas cosas más claras, pero también una invitación a seguir pensando lo que aún falta en la historia de la mujer.

I.- Educada en la comunidad benedictina de Disibodenberg, funda más tarde un convento cerca de Bingen. Fue una mujer de gran penetración espiritual y artística, y a pesar de su precaria salud, supo llevar a cabo la misión profética a la cual se sentía llamada: Allí donde se encuentra el saber interior y la unción que enseña todas las cosas, ¿qué necesidad hay para nosotros de prevenir ?

Su fama se extendió por el mundo entero; atendía a enfermos física y espiritualmente. Mantuvo correspondencia con cuanta persona notable hubo en su tiempo. Animosa e imperturbable, ya casi a los ochenta años defendió a su convento contra las prohibiciones de recibir los sacramentos y de cantar el oficio divino, por la desobediencia de enterrar en suelo consagrado a un joven excomulgado, pero reconciliado finalmente con la Iglesia.

II.- Su obra:

Para poder comprender su forma de pensar, es necesario tener en cuenta que pertenece a una época en que no se había agudizado todavía la distinción de la gran escolástica entre filosofía y teología, y en segundo lugar la revelación bíblica era el punto culminante de toda reflexión filosófica la cual a su vez no era entendida al modo moderno sino como un pensar a cerca del ser, los órdenes de la existencia, lo divino, Dios, la eternidad y el tiempo. Hildegarda es llamada la "sibila renana" del siglo XII. Conocía perfectamente el libro De Consolationibus de Boecio, de tal manera que podía recrear pasajes enteros del mismo a voluntad. Conocía también las obras de S. Agustín, e indirectamente es posible que tuviera conocimiento de los diálogos platónicos, especialmente del Timeo. Escribió libros de historia natural y medicina : Physica o Libro de las medicinas simples, Causae et curae o Libro de las medicinas compuestas. Concibió un glosario: lenguaje ignoto de 900 nombres inventados de 23 caracteres donde nombra a seres terrenales y celestes, tal como hubieron sido nombrados en el paraíso. Poetiza y compositora, dejó alrededor de 77 cantos. Su obra profética está constituida por un tríptico visionario : Scivias, Liber vitae meritorum, y Liber divinorum operum. La forma de estos textos consiste en describir la visión y escuchar la palabra que la interpreta. Las miniaturas acompañan pictóricamente lo que se ha presentado a la visión interior. De ahí que se llame a la obra de Hildegarda una "Suma Teológica en imágenes". De su obra quedan fragmentos autobiográficos insertos en la biografía. Hildegarda muere en Rupertsberg el 17 de septiembre de 1179 .

III.- La estructura del conocimiento religioso: Hildegarda sigue la tradición de la teología medieval de la experiencia, que pone en ejercicio tanto los sentidos interiores del alma cuanto el movimiento amoroso que la impulsa a autotrascenderse.

Las experiencias visionarias muestran la condición peregrina de la existencia: somos itinerantes, por eso estamos dotados de una facultad de discernimiento que evita la dispersión del espíritu, un alegre saber de la vida, llamado discretio. Por oposición está la figura del vagabundo, del errante que no sabe a dónde va ni por dónde va, negándose a descubrir la razón de su inestabilidad. La discretio en cambio, tiene esa sensibilidad para con la vida que deja resonar el todo del universo en la inefabilidad del individual concreto. Se trata de un conocimiento

en equilibrio, en donde el hombre sabe por relación a la totalidad. Todo saber fuera de los límites produce un desequilibrio tanto en la historia cuanto en la naturaleza de los elementos. En el cosmos simbólico de Hildegarda la semejanza constituye la forma vinculante del universo. La enfermedad por ejemplo no es tanto un alteración patológica cuanto una interrupción de la corriente vital que circula por la buena creación. El restablecimiento viene por la simpatía, el acompañamiento y la compasión con el que sufre. Veriditis  es la fuerza germinante y creadora que lleva a plenitud los diseños de la semejanza. Es el color verde en tanto principio de vida, crecimiento y fertilidad que sale del poder creador de Dios. El alma es la potencia verdeante del cuerpo.

En Causae et curae  hace la descripción de la creación del varón y la mujer, y es esta fuerza irradiante procedente de Dios la que fecunda en amor mutuo: Cuando Adán miró a Eva, quedó lleno de toda sabiduría (...) Y cuando Eva miro a Adán le vio como si mirara hacia el cielo, lo mismo que el alma que desea los bienes celestiales se vuelve hacia lo alto (...)

IV.- La celebración cósmica en lo que sería hoy la culminación de un movimiento ecológico: La existencia itinerante se cumple en el final de la historia como una celebración en la que resuena el canto sinfónico de los ángeles y de los hombres. Ciertamente Hildegarda tiene una experiencia personal y comunitaria de los misterios de Dios.

"Viendo" esta restauración, la describe así: el fuego brilla sin quemar, como la aurora, el aire resplandece en toda su transparencia, el agua es clara y tranquila sin desbordamiento ni desvastación y la tierra aparece fuerte y plana, sin fragilidad ni defecto. Todo es calma y belleza..la noche ha terminado...Las tinieblas de la noche no volverán a levantarse y el día no terminará (...) La voz de una multitud, canta sinfónicamente la alabanza de los lugares celestiales. Se trata de una visión en plenitud pero dentro de la experiencia del extrañamiento en esta vida y de la patria inalcanzada aún del más allá.

Hoy a pesar de nuestra distancia, hay algo que parece elevar a esta mujer por encima de su época, como si su experiencia pudiera de pronto abandonar esa alteridad tan lejana e imposible de aquel siglo XII, para instalarse instructivamente en este comienzo del siglo XXI.

Las beguinas (XIII-XIV): representan una nueva forma de piedad, ligada a la mística renana-flamenca pero que de algún modo continúa la línea espiritual inaugurada por Hildegarda.

I.- Características generales:

La vida de estas asociaciones de mujeres estaba ligada desde la perspectiva religiosa a las abadías benedictinas y cisterciences, pero simultáneamente prestaban servicio en hospitales y leprosarios donde rezaban y cumplían tareas manuales. Los enfermos y moribundos contaban con su compañía; eran mujeres muy piadosas, pero con un criterio de religiosidad más amplio que la de los conventos de aquel entonces, restringidos a la clase alta.

Su origen se remonta al siglo XII en la diócesis de Lieja, más tarde se extendieron por los distritos cercanos al norte de Francia, Flandes y sur de Alemania. Se las llamaba mulieres sanctae, hacían votos de castidad y tenían su director espiritual, por lo general un cisterciense. Conservaban derecho a la propiedad y trabajaban para mantenerse. Pero como no hacían votos solemnes, podían en cualquier momento abandonar la asociación para casarse. La mayoría no eran monjas, pero tampoco eran laicas comunes. Se atrincheraban en las comunidades urbanas y se dedicaban a la confección de ropa, tarea que despertó los celos de los gremios que las veían con recelo puesto que gozaban de libertades que a ellos se les negaban.

El movimiento creció notablemente en los siglos XII y XIII con gran cantidad de mujeres casaderas en los Países Bajos, porque, en parte las cruzadas dejaron viudas a muchas de ellas, o bien porque los varones preferían alquilarse como bandoleros o mercenarios. Además muchas familias permitían el casamiento de una sola hija mujer para que el patrimonio no se dividiera y el hijo mayor lo conservara entero.

También había mujeres que preferían la devoción laica y era por propia decisión el quedar solteras. El hecho de que a los conventos tuvieran acceso sólo las mujeres de clase más alta, y como había muchas mujeres que no tenían bienes ni linaje suficiente, las beguinas fueron la respuesta a una necesidad real. El desempeño de tareas manuales no negaba la fecundidad intelectual, la pasión por enseñar y el uso de la lengua vernácula. El amor cortés debe a la mediación de las beguinas su transposición al dominio del espíritu; pero sin dejar de ser el amor a Dios también servicio al hermano. Muchas de ellas fueron alabadas, otras condenadas, por ejemplo Matilde de Magdeburgo fue una beguina, mística sobresaliente del siglo XIII, en el otro extremo Margarita de Porete, una beguina de Hainault, fue condenada a muerte y llevada a la hoguera en París en 1310.

II.- Algunos casos históricos:

María de Oignies fue una de las grandes beguinas no sólo por su santidad sino por la enorme influencia que tuvo sobre Jaime de Vitry, uno de los grandes predicadores del siglo XIII y obispo de Acre, amigo de papas y más adelante cardenal y miembro de la curia. No sólo escribió la vida de María sino que hizo mucho para que en adelante fueran aceptadas y respetada esta espiritualidad por lo papas. También fueron objeto de sospechas sobre todo porque no estaban sujetas al clero parroquial, ni a estructuras jurídicas estables. No siempre contaron con protectores tan ortodoxos como Luis IX de Francia y las condesas Juana y Margarita de Flandes. La creciente desconfianza de las jerarquías a la pobreza predicada por San Francisco y los primeros franciscanos, el deseo de controlar la creciente devoción laica y las posibles formas de herejía, se aliaron en contra de las beguinas. Cuando no se podía probar que no eran herejes, se las acusaba de holgazanería y de ejercer la medicina ilegalmente. El punto máximo de crítica se alcanzó con Clemente V en el concilio de Vienne de 1311 que condenó todo el movimiento bajo pena de excomunión. Había una excepción hecha a las que vivieran juntas en un hospicio y se dedicaran a la penitencia, lo cual salvó a la mayor parte. El sucesor de Clemente, Juan XXII se hizo eco de este movimiento especialmente por el entusiasmo de las autoridades eclesiásticas de los Países Bajos y fue un ferviente admirador de las mismas.

En conclusión estas mujeres existieron a lo largo de toda la edad media, en Francia con la guerra de los cien años el campo se hizo muy peligroso por las bandas de indeseables y alguna campaña militar con lo cual los retiros no fueron seguros. Casi cuatro siglos después Durero el pintor que asistía a la procesión en Amberes en 1520, mencionaba a un grupo de viudas, muchas de la nobleza, que vivían del trabajo de sus manos y tenían una regla especial. Hoy las beguinas de Brujas han sobrevivido al tiempo y muestran que esta asociación de mujeres es un refugio útil, respetado y necesario para muchas mujeres.

III.- Su aporte al patrimonio cultural religioso:

Estas mujeres representan en la historia de la cristiandad femenina en primer lugar un anticipo de integración entre la razón prisionera de sí misma y la inteligencia del misterio, en segundo lugar una síntesis entre la orientación interior que empuja al alma a la simplicidad del Ser divino y el servicio al hermano como expresión de pobreza evangélica, y finalmente el uso de la lengua vernácula que hizo posible dar expresión literaria a la fuerza de esta espiritualidad.

Para este aspecto de las beguinas que es su aporte a la cultura medieval he elegido a una de ellas, Beatríz de Nazareth, monja cisterciense, nacida en Lieja en el 1200 (muere en 1268), cuya vida se caracteriza tanto por la profundidad de su experiencia religiosa, cuanto por la aplicación particular que hiciera de ciertos tesoros de la cultura al ámbito de la amistad espiritual, continuando de alguna manera el humanismo de la espiritualidad cisterciense del siglo XII.

Dos razones, muy concretas, motivaron la elección de esta beguina para mi trabajo:

La primera: el hecho de que eligiera dentro del estilo autobiográfico la forma del "diario de su vida espiritual". A la confessio agustiniana, a la memoria espiritual que se pone en ejercicio en el Corpus de Anselmo, corresponde esta tercera forma, la del diario íntimo, en este caso el de una mujer que narra para sí su propia vida tornándose escultora de la propia existencia. Se puede afirmar que el sí mismo, Dios y los otros, asumen formas distintas cuando el hombre decide narrar a otros la trama visible e invisible de su vida, aunque la vulnerabilidad de ésta deje (a veces) el relato a mitad de camino.

La segunda: es el estilo propio que tiene la "lex orandi", expresada en las Siete maneras de amor.

Señalamos tan sólo tres características:

- El predominio de ciertos sentidos espirituales: el tacto como "el paso de Dios" por el cuerpo, el gusto de Sus dulzuras, la escucha de Su voz.

Sin embargo esta sensibilidad espiritual no niega el "comprender" y el "discernir", necesarios para una ontología religiosa. Expresión de esta tarea del espíritu son las tres meditaciones, que llevan por título: Las dos celdas del corazón, Los 5 espejos y El monasterio espiritual.

- La simbología con la que expresa la relación entre el tiempo y la eternidad, tales como la fuente, el río, los arroyos, la red (como símbolo de la caridad), el pez y el pájaro; todos ellos especialmente ligados a la sexta manera del amor. Allí el alma adquiere señorío sobre sí misma, y una libertad de tal magnitud que ni siquiera sufre el elemento agónico del desapego. Se trata de una libertad que regula su orden desde la inspiración que recibe. (En la segunda manera de amar ya aparece el tema de la gratuidad del amor, del amor sin porqué, expresión que tendrá gran fortuna en los místicos posteriores).

- Finalmente quisiera rescatar en esta "lex orandi" la importancia que tiene el tema del deseo. Se recoge de algún modo la tradición agustiniana: el deseo reza siempre, aunque la lengua calle. Si bien el deseo articula el itinerario del alma, sin embargo este experimenta al final un cambio de centro, se pasa del corazón como lugar de reunión al ser, y allí reposa en el lugar fronterizo de una nueva experiencia. Aparece también un lenguaje diferente: la nostalgia de la patria, el exilio, las ansias de un espacio y un tiempo nuevo, la esperanza de beatitud.

Es en este tránsito en donde se ve mejor el elemento agónico de esta "lex orandi", que traduce la condición de palabra finita. (Se recuerda aquí aquello de Kierkegaard: la oración es una lucha en dónde se triunfa por el triunfo de Dios).

Sin embargo, este elemento de negatividad no anula la transitividad del lenguaje: hay una reconducción de la noche a la mañana, del mundo a Dios. El lenguaje matinal de esta séptima manera se eleva sobre la noche de la experiencia de exilio. Por el deseo el canto de la noche deviene la aurora de un nuevo día.

A modo de conclusión: a través de estos estilos que pertenecen a nuestro patrimonio cultural, Hildegarda y las beguinas, la antropología encuentra raíces para un nuevo diálogo entre la memoria y el tiempo por venir, entre la plenitud eterna y lo finito terrenal, y se crea, en el vínculo que une al varón con la mujer, un nuevo espacio de reconciliación que afecta tanto al sí mismo personal cuanto a la armonía del cosmos.

Las filósofas  Dolores Cossio,  Gabriela Revok  y  Raquel Fischer.

ABAJO LA LISTA SÄBANA !!! Eleonora Nazar Anchorena habló en el espacio comunitario de la apertura del Foro y recogió firmas para completar las 250 mil firmas necesarias para acabar con la lista sábana. ,

 Arriba: las primeras en llegar al Foro:Tereza C. Alvarado y Alba Argeleris

Abajo:          La presidenta de la Sociedad Psicoanalítica Fanny Ferchtungt y Marta  Van Raselghen,  presidenta de Holos  con Maria Luz Lopez Gordillo y Maria Tereza Solá .

Doctora Susuana Lema

y Foro de la Mujer en acción