La Democracia como sabiduría del sentido Común

 

“Democracia Práctica, para una ciudadanía con sentido común”

( Editorial Emecé 275 páginas)

 

Comentar este libro de José Enrique Miguens,exige la referencia a sus dos anteriores:POLITICA SIN PUEBLO : Platón y la conspiración antidemocrática(Emecé Bs As. 1994) y DESAFIO A LA POLITICA NEOLIBERAL, Comunitarismo y Democracia en Aristóteles.(El Ateneo.Bs As, 2001)

Platon y Aristóteles: figuras máximas de la humanidad, fundadores de la filosofía occidental e iniciadores de dos grandes lineas de esa filosofía.  Desde entonces, ya lo repetía  Coleridge, o somos platónicos o somos aristotélicos.

 

Miguens se rebela contra el primero y hace del segundo su maestro. Pero lo singular en los libros mencionados, es que ambos filósofos de la antigüedad son tratados como contemporaneos de encendida inmediatez ; se discuten sus ideas desde la actualidad viva.

Compartamos o no la opción aristocrática de Platón y el democratismo de Aristóteles, se advierte que para Miguens hay una sola barbarie: la de ignorarlos. Porque sería ignorar no tanto un pasado sino un presente henchido de ese pasado y de “todo tiempo”.

Es decir: sería no comprender que en cada hora fugaz del presente histórico, reviven contenidos de hace siglos. El método de Miguens es el de la “similitud convergente” : recorre épocas, países,escuelas y tradiciones distantes entre si,, pero sabe percibir en ellos la vigencia de una misma idea, de un mismo fenómeno, tanto en su frustación como en su esperanza. De ese modo, el veredicto de la historia no resultaría inapelable ni definitivo. El éxito de la democracia  ateniense en la época de Pericles, por ejemplo. no quedaría necesariamente sepultado en el lejano pasado sino que podría ser también un hecho a darse en el futuro.

De la faz cambiante de la historia lo que a Miguens le interesa, creo, es no perder de vista el horizonte inamovible de lo Universal humano.

 

 

La expresión de lo Universal humano para nuestro sociólogo es  el sentido común.

Donde sea que aparezca, en Aristóteles, en Graciano, y los “Decretales” de la Edad Media, en Gianbatista Vico moderno, en Thomas Jefferson de la Independencia Americana, en Thomas Paine de la Revolución Francesa o en Hanna Harent de nuestros días, el sentido común es el fundamento de la democracia.   “En cualquier sociedad- escribe- para que funcione una democracia se necesita una masa crítica de ciudadanos con sentido común.”

que es  el juicio sólido sensato y razonable, basado en la propia experiencia de cada persona. De esta manera estamos abriendo el campo de lo público, que es de todos, a la imensa mayoría de las personas.”(pag 12)

Aunque razonable , el sentido común no se identifica con ese racionalismo que absolutiza la razón y la convierte en tribunal supremo, la aleja de lo concreto y la hace prisionera de doctos, especialistas y expertos, todos ellos más apegados a una teoría que a la sencilla comprensión de una realidad imperfecta.

Allí donde se requiera una acción sensible, un contacto vivencial, un ejercicio de imaginación, la cautela y el reconocimiento del otro, significa que hemos entrado en los espacios del sentido común. Diríamos que él es artesanal. En cambio el racionalismo es abstracto y rígido, no le resulta ácil ensayar caminos alternativos para la acción, la búsqueda de la verdad, la aplicación de una norma. Es fiel a una razón tentada por el desdén a la presunta ignorancia del gran número. Detrás de esta altivez – sostiene Miguens_ opera un elitismo cientificista y una resistencia al diálogo con el conjunto de las personas. No hay democracia verdadera sin el sustento del sentido común.

 

“ Lo que a todos afecta por todos debe ser aprobado”- repite Miguens – esta divisa medioeval. Siguiendo su método de destacar la similitud de ideas en épocas distintas, considera esta cita válida, hoy.

Los problemas del Demos por él deben ser resueltos. De allí que la Democracia, aún siendo representación,sólo se vuelve plena en la “articipación” esa decir cuando se hace cada vez más directa.. Solota intervención del mayor número de personas asegura que no va a ser desvirtuada por una minoria de “iluminados”-políticos o intelectuales- ajenos al pueblo pero que deciden en su nombre. O acontezca algo peor: que el Bien común se convierta en la máscara del beneficio de unos pocos.

Miguens no cree en una alianza perdurable entre el interés general y el interés particular. Al menos este último no debería dirigir la vida democrática. Lo que hacen del lucro el centro de sus vidas , no deben ser sus rectores. El autor, es cierto, no está contra el capital pero si contra el capitalismo, entendido como el sistema que hace del mercado la norma de convivencia, y donde la noción de mercancía se convierte en una cualidad omnipresente en cualquier nivel de la cultura.

Tambien desconfía Miguens de un liberalismo que transita los caminos de la libertad política sólo para desatar las manos el enriquecimiento. La libertad se niega a si misma cuando juega como conciencia permisiva de la voluntad de poder. También reprocha a los liberales su elitismo, su afán por regir la política en nombre de un pueblo que deconocen y desde las alturas de una razón que invoca a la ciencia para minimizar la experiencia de la vida y el sentido común con la superstición y el prejuicio, expresiones rotundas d una razón iluminista.

 

Buen conocedor del pensamiento del siglo XVlll  , Miguens no esconde sus reservas ante las tres grandes realizaciones de la Modernidad : el racionalismo, el capitalismo, y el liberalismo. Pese a que la democracia fue tomando forma a través de esas conquistas, nuestro autor se resiste a reconocer que sus contenidos sean del todo auténticos. Su alegato original y valiente, viene a decirnos que esa democracia que eclosiona en America de 1776, en Francia de 1789 y que luego despliega sus banderas a lo largo de los siglos XlX y XX , esa democracia no se reconoce en el modelo que le dió origen en la Grecia clásica. Aquel esíiritu fundacional sigue siendo una promesa válida aún hoy y su nombre es el Comunitarismo.

El comunitarismo propone por un lado, superar el individualismo egoísta que empantana a la sociedad liberal y por otro, el corsé paralisante del estatismo socialista. “El comunitarismo- escribe Miguens_ en la política, sostiene que no puede haber democracia si no está sustentada por una activa sociedad civil, unida por la solidaridad, y la participación política responsable de las personas enlos asuntos que las afectan” ( pag 110)

No niega nuestro autor a los creadores de empresas ni a los pioneros, pero si a los especuladores, rechaza el individualismo pero exalta a la persona humana. Objeta el colectivismo pero celebra el conjunto de los seres humanos en la igualad del diálogo.

 Miguens es celoso de los derechos individuales y la autoestima pero estos sólo hallan sentido en el marco de la presencia del otro y la preocupación por su destino. Cree , siguiendo al sociólogo Sorokin, en el poder social del amor altruista (pag 116) y su confianza mayor se asienta en la fuerza de la sociedad Civil., sus organizaciones sin fines de lucro, y la multiplicación de sus pequeños grupos autónomos asumidos como “ unidades procreativas  originarias de sus propias acciones, dueñas de si mismas, buscando realizar valores propios(pag 116) . Frente al agotamiento de las burocracias estatales y de los partidos políticos, la irrupción vital de la sociedad civil, expresa la salida a escena de un actor inesperado que llena a Miguens de una renovada esperanza.

Con Maquiavelo nos acostumbramos a entender la política con independencia de la moral como un arte para la conquista y preservación del poder. El Comunitarismo también innova en este campo: retoma la gran tradición Occidental que ve en la política una versión práctica de los más nobles principios de la convivencia humana.

 

Lamento que queden sin apuntar otros temas acuciantes de este libro de José Enrique Miguens. Un libro excepcional por la calidad de su doctrina, la transparente fluidez de su prosa, sus afirmaciones rotundas que alían al investigador con el militante, al hombre de ciencia con el de sentido común. Miguens es admirable por la pureza de su pasión democrática solo equiparable a su amor por el hombre común, el de la actividad anónima y cotidiana.

Ante su inobjetable ideal aristotélico de la democracia, uno se siente tentado a pensar que empresa tan sutil, difícil y refinada, solo puede ser asumida por aristócratas. La democracia real, la de todos los días, es mas turbia y más mediocre, más contaminada con los “bajos fondos” del alma multitudinaria.

Pero si con todo, la deseamos dialogal, directa, y respetuosa del prójimo, y si anhelamos una política más cercana al sentido común, no podemos sino agradecer tentativas quijotescas como las acometidas una y otra vez por José Enrique Miguens.

Pensado con pasión y asumido con enpecinamiento, ese modelo humanista de una noble convivencia colectiva, fortalece la esperanza de que cobrará realidad algún día……  Entonces , entre sus precursores figurará cerca del Estagirita, el nombre de un gran pensador argentino.

                                            Victor Massuh