Foro de la MUJER

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Almuerzo Junio del 2010

Cristinne de Pizan

Disertantes:   Maria Teresa Solá y Patricia O'Donnell

 

          

En la cabecera del Almuerzo  Marcela Miguens, Maria Teresa Solá (disertante) Monica Ottino, Lupe Noble. Mucky Sagramoso

Foro de la Mujer  junio 2010    Christine de Pizan. (1364 – 1430).Patricia O´Donnell 

El prestigio que tuvo Christine de Pizan como escritora, filósofa, historiadora y política marcan la extraordinaria capacidad y talento que la distinguieron.

Particularmente la creación y la creatividad femenina son puntos de mi interés, en el caso de Christine de Pizan la originalidad en su actuar la transforman en un personaje ideal para la siguiente pregunta: ¿Qué nos aporta actualmente, ahora a nosotras, la vida y obra de Christine de Pizan sobre los siguientes temas que nos atañen?

El despertar de la creatividad femenina.

El lugar que ocupa la mujer inquieta y pensante.

El valor del trabajo de la mujer.

Ciertas características del pensamiento femenino.

 

Sobre el deseo de saber

 

Hubo cuatro figuras masculinas de peso en la vida de Christine de Pizan, estos fueron su abuelo materno Mondino (¿?) de Forli, su padre Tommaso de Pizan, el Rey Carlos V de Valois y su marido Etienne Castel.

El abuelo originario de Forli, un erudito, graduado en Bolonia la Fértil, debe haber sido parte de la transmisión cultural que se da a través de las generaciones.

 El padre Tommaso de Pizan, célebre astrónomo, astrólogo y médico, enseñó en la universidad de Bolonia y fue consejero de la república de Venecia. En esa ciudad se encuentra con su amigo y condiscípulo, se casa con su hija y en Venecia nace Christine.

Su excelente reputación y sabiduría provocó el llamado del rey Carlos V de Valois, el Sabio, y de Luis I rey de Hungría.  Elegirá formar parte de la corte de Francia donde tendrá un lugar privilegiado. Tommaso de Pizan siempre tuvo una mirada confirmatoria de la inteligencia y el talento de su hija proporcionándole una educación fuera de lo común, favoreciendo su inquietud intelectual y transmitiéndole su amor por el conocimiento.

El tercer personaje importante en la vida de Christine fue Carlos V de Valois. El rey se distinguía por un gran interés intelectual y cultural, poseía grandes bibliotecas y dispuso de una corte formada por hombres sabios y talentosos. Dicho entorno favoreció en Christine el deseo de saber. Sabía latín, italiano y francés, los idiomas fueron un plus para acceder a tanto estudio.

Finalmente el casamiento a los 15 años con Etienne Castel marcó 10 años de compartida felicidad matrimonial. Hombre elegido por su padre, como era costumbre de la época, inteligente, “graduado”, notario del rey y amado por Christine. Es posible que la haya introducido en el conocimiento de las técnicas de fabricación de manuscritos y en el medio de los notarios y secretarios reales.

Encontramos en el espíritu de la escritora algo de los hombres valiosos de su vida. En el comienzo del libro “La Ciudad de las Damas” (1405) dice: "Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre, ya que el estudio de las artes liberales es un hábito que rige mi vida, me encontraba con la mente algo cansada, después de haber reflexionado sobre las ideas de varios autores."

Vemos aquí un pensamiento abierto a la diversidad y capaz de integrar la variada información. Llamativamente en tiempos en que la mujer era considerada un ser inferior y no se admitía que tuviese acceso al saber, Christine tuvo, además, la modernidad de crear un espacio privado, un cuarto propio dirá siglos después Virginia Woolf, donde desarrollar la actividad intelectual. Dice en “La Ciudad de las Damas”: “… como mi cuarto de estudio es oscuro y el sol no puede penetrar a esas horas, me sobresalté como si me despertara de un profundo sueño”. Increíbles palabras que describen el ambiente de ensoñación que rodea a los creadores en sus momentos de inspiración. De ello hablan Sigmund Freud, su nieto el pintor Lucian Freud sobre quien hemos trabajado la idea de la creatividad y el mundo nocturno onírico; el psicoanalista inglés Donald Winnicott, el surrealista Edgar Ende, el cineasta Luis Buñuel y la artista contemporánea Janine Antoni, seguramente como tantos otros.

Es probable que en Christine se hayan conjugado: una intensa curiosidad infantil que es la que lleva al niño a explorar terrenos desconocidos, la seguridad y confianza de sentirse querida, los estímulos intelectuales del padre amado de la temprana infancia y de los otros hombres de su vida adulta, y quizá una pulsionalidad apasionada. La pasión por el conocimiento de una niña excepcionalmente inteligente, amada y valorada la condujo a ir más allá de los límites intelectuales con los que se podía encontrar, a conectarse con los temas más elevados de la vida cultural y a transformar su persona en una creadora del mundo intelectual de la época.

Sobre el duelo y la creación

Podemos conjeturar que a partir de 1380 (16 años) Christine atraviesa épocas de crisis y cambios en su vida. La autora sitúa el inicio de sus padecimientos con la muerte de Carlos V de Valois. La muerte del rey protector de su padre significaba el fin de su trato preferencial en la corte, situación que se hizo notoria de a poco.

Nueve años más tarde la muerte de su queridísimo padre seguida al poco tiempo por la inesperada muerte de su marido la sumen en una gran tristeza e incluso enfermedad. La falta de previsión de ambos, rasgo “nada elogiable” como dice Christine, la excesiva generosidad de su padre y la “mala costumbre de  los hombres casados” de no interiorizar de sus asuntos a sus mujeres, algo que reprocha a su marido, la dejan desprotegida. Así quedó a cargo de sus hijos pequeños, su madre, una sobrina y sus 2 hermanos.

Es cierto que cada nuevo duelo revive viejos duelos y vivencias traumáticas pasadas. Jean Laplanche ha dicho que todo duelo es una meditación dolorosa sobre la vida y especialmente sobre los duelos del pasado. Es probable que las posteriores separaciones de sus hermanos, luego de sus hijos, las serias dificultades económicas y la larga lucha de años con la Justicia para recuperar sus bienes, hayan representado momentos de crisis con un efecto de resonancia entre sí. Me refiero a la asociación, condensación, elaboración y reminiscencia que hay en todo proceso de duelo.

Christine decide dedicar 10 años de su vida (1390 – 1399) a un profundo estudio, iniciando su carrera literaria en 1399 cuando empieza a ser conocida por sus poesías.

La lectura, el estudio y la escritura, como dice Eugenio López de Gomara, la ayudarán a vivir en todo momento especialmente en las situaciones límite, serán una prevención contra la depresión que la acechaba y le otorgarán otras perspectivas y nuevos enfoques sobre los textos leídos. Según indica Christine en “El camino del largo estudio” (1402) a partir de su encuentro con el libro de Boecio (489 – 534, autor fundador de la cultura medieval) el 5 de octubre de 1402 se inicia su conversión a la filosofía y las ciencias, encuentro que la rescata de su depresión. Podemos pensar que la lectura de un texto rico en enunciados provocó un profundo insight de su situación predisponiendo a un cambio.

Didier Anzieu ha enfatizado en la importancia de la relación del trabajo de creación con el trabajo del duelo y con las crisis vitales. Es en la salida de una crisis donde emerge o se incrementa la actividad creadora. Así Freud crea el Psicoanálisis mientras elabora el duelo por la muerte de su padre.

Por su lado Melanie Klein señala que toda clase de experiencias dolorosas pueden estimular las sublimaciones o “revelar nuevos dones en algunas personas” que entonces se dedican a “otras actividades creadoras bajo la tensión de frustraciones y pesares.” “El encuentro y la superación de la adversidad de cualquier especie ocasiona un trabajo mental similar al duelo”.

Elaborar los duelos, sufridos por muertes, pérdida de fortuna y separaciones, la llevó a identificarse con los hombres que desaparecieron  de su vida, a lo que se agregó su capacidad para la sublimación y la posibilidad de construir desde la adversidad, siguiendo las ideas de Marcela Miguens sobre Resiliencia, al procesar las experiencias como una oportunidad para cambiar y transformarse encontrando un sentido más profundo a su sufrimiento y su vida.

Así logró sustituir las glorias de una vida afortunada por la adquisición de fortunas espirituales, intelectuales y por la creación. Como dice María Cristina Melgar con respecto al duelo, es una paradoja, una pérdida finaliza con una adquisición, una transformación interna y a veces también externa llegando a la creación de grandes obras.

 

Sobre la sublimación

 

S. Freud notó que la sublimación es una de las posibilidades que tiene el individuo de evitar un sufrimiento que podría ser destructivo, aunque como señala “no puede ofrecerles una protección completa contra el sufrimiento; no los reviste con una coraza impenetrable a las flechas del destino …”.

La sublimación es la transformación de la libido en un objetivo no concreto y carnal, valorado socialmente, elevado, capaz de sortear las exigencias del cuerpo y transformar la profundidad más oscura de la sexualidad y el Edipo.

Quienes podrían acceder a las satisfacciones que brinda la sublimación que son de una calidad especial y más elevadas?. Los que, como Christine gracias a la flexibilidad psíquica saben como acrecentar el placer del trabajo psíquico e intelectual, logran transformar el esfuerzo del estudio en una actividad cautivante, para los que existe otra dimensión interior, la belleza, el arte y lo sagrado.

Así Christine canta su duelo, celebra a los amantes, aboga por el matrimonio, habla de los engañados, los maledicentes, la felicidad o la desdicha de amar, y tantos otros temas que atraen al público.

Además conocía sobre la confección de los manuscritos integrando en ellos las miniaturas que los adornaban. Parece ser que dirigió un taller  que se dedicaba a reproducir, iluminar y editar los libros. En las imágenes aparece dibujada muchas veces escribiendo o con libros en sus manos; algo que la diferencia de las mujeres que generalmente eran representadas realizando labores de aguja. Esta original editora medieval le dio gran importancia a la relación entre lo visual y lo lingüístico, contribución femenina a la concepción de un trabajo.

En “La ciudad de las damas” hace decir a la Dama Derecho (1405): “No todos los hombres, y sobre todo los más cultos, piensan que está mal que las mujeres estudien” y continúa: “Tu padre, gran astrónomo y filósofo, no creía que las ciencias pudieran corromper a la mujer; se alegraba al contrario …al ver tu disposición para las letras. Fueron los prejuicios de tu madre los que te impidieron, en tu juventud, profundizar y ampliar tus saberes, pues quería confinarte a los trabajos de aguja que son la ocupación habitual de las mujeres. Más como dice el proverbio – Genio y figura hasta la sepultura – Por mucho que tu madre se opusiera a tu gusto por el estudio, no pudo impedir que tu disposición natural recogiera su fruto”. Aún así las ideas de la madre van a ocupar un lugar en la creación de Christine. La autora hilvana imágenes, ideas y pensamientos, al tejer una trama propia con un sello original tiene la capacidad de metaforizar los pedidos maternos. Teje textos. Hay que recordar que el origen de la palabra texto es del latín “texere” es decir tejer. Nada queda sin retomar por una mente privilegiada.

 

La figura de Christine de Pizán conjugó una singular inteligencia, una pasión por el conocimiento y un uso efectivo de la intuición, Arrojó nueva luz sobre el sentido profundo del trabajo femenino, incluso sus beneficios materiales. Pasaron muchos siglos hasta que la mujer asumiera su papel en tareas empresariales, sin embargo Christine fue capaz de saltar por encima de su tiempo y sus circunstancias. Fue la primera mujer escritora de la literatura francesa que vivió de su obra. Esta capacidad le otorga una feroz actualidad que la distingue y ubica en este tiempo. Nunca descartó el papel de lo femenino, el amor y el erotismo, supo conservar sus aspectos más valiosos.

Se atrevió a buscar el conocimiento para una realización personal y logró construir una identidad propia como mujer creadora sin renunciar al corazón erótico de la femineidad.  

Patricia O´Donnell

Médica psicoanalista y psiquiatra. Miembro Titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional.

Integra el Grupo de Investigación Psicoanalítica del Arte. Ha publicado, en colaboración e individualmente, libros y trabajos en congresos nacionales e internacionales.      odonnellpatricia@yahoo.com.ar


Christine de Pizan (1364 – 1430)

Audacia y serenidad en la palabra de la primera escritora profesional de Francia.

María Teresa Solá

 

Se escucha la voz sonora del Chambelán del Rey, Bureau de la Rivière, anunciando a Sire Tomasso de Pizzano y su familia. El nuevo astrólogo, astrónomo y médico de Carlos V de Valois hace su entrada al atardecer, cuando los vitrales de la sala se incendian y la música de Guillaume de Machaut, tapiz de trompas, tamboriles y flautas acalla las voces. Va vestido con una túnica oscura. Ha dejado el lujo para las suntuosas vestimentas lombardas de su mujer y su hija Christine, nacida hace cuatro años en Italia,  en la ciudad de los canales.

Al leer los distintos textos donde esta escena es narrada, no puedo dejar de preguntarme qué hizo Christine en este ocasión, cómo se comportó, cómo se inclinó frente al Rey, cómo fue su reverencia: cómicamente ceremoniosa, sorprendentemente solemne o llena de gracia y picardía. ¿Dijo algo? ¿Cantó alguna canción o recitó algún “fabliaux”? Recordemos que apenas tenía cuatro años.

El Rey al final del encuentro dio orden que la niña fuera siempre invitada a todas las ceremonias reales a las que, por su corta edad pudiera asistir y recomendó que recibiera la misma educación que los niños de la corte.

¿Qué percibió Carlos el Sabio en la pequeña veneciana? ¿Qué detectó de inusual, de insólito, de cautivador que merecía ser alentado y protegido?

Así hace su entrada Christine de Pizan en la historia de Francia. Comienzo auspicioso en la serie de sorpresas y querellas que continuará suscitando en el transcurso de su vida. Escudriñar en el entramado de condiciones personales y de hechos ambivalentes que la constituyen nos acerca a la comprensión de su inesperada contemporaneidad. ¿Por qué Christine nos resulta tan conmovedoramente próxima?

Cómo una niña amada, cuidada y posiblemente malcriada, dio lugar a la mujer valiente y segura que supo reaccionar ante la adversidad. Si bien actuó con llamativa libertad de pensamiento, lo hizo también con prudencia. Tuvo siempre claro hasta dónde podía llegar y cómo, produciendo un “cocktail” singular en que ella era, aseguraba, “une femme naturelle” al mismo tiempo que se presentaba como intrépida polemista.

Su recorrido literario es elocuente. Ante las dolorosas pérdidas que surgen de pronto en un corto período de su juventud – 1380 a 1390 – aparece con una voz lírica. A los veinticinco años, viuda reciente, gana un concurso de poesía con sus “Complaintes”, sus “Quejas sobre la viudez”, donde alude a la muerte de su amado esposo, Etienne Castel. En una tonalidad familiar y autobiográfica, rara para la época. Y es así como hará de la literatura un acto libertador. En una existencia que pasa del lujo y la comodidad a un entramado de problemas legales, juicios, carencias monetarias y cambios de domicilio, escribir será su salvación tanto económica como vital. Este primer éxito a través de la poesía empieza a darle renombre. Se le encargan textos y en una carrera asombrosa por su rapidez, desde 1399 hasta 1405 ha escrito ya quince volúmenes.

Christine ha hablado en “Le chemin de longue etude” de cómo descubrió que su verdadera vocación era el estudio. Con la cercanía de la poblada biblioteca que su querido Rey fue formando y enriqueciendo con la compra de manuscritos antiguos de diferentes lenguas y culturas. Christine acrecentará con sus lecturas su ya iniciada erudición. Y se lanza al quehacer literario. Christine conoce todos los ardides y tretas de la composición literaria pero supo darle un sabor existencial como si todo lo relatado hubiera sido ya vivido por ella antes. De ahí el muy usado “Moi, Christine” que empieza muchos de sus escritos y con el que volverá a presentarse en el último de ellos, “Le Ditié de Jeanne d’Arc”.

Escribirá cuarenta y un obras censadas y se han encontrado aproximadamente ciento sesenta manuscritos, de los cuales cincuenta se consideran escritos por ella misma.

En el recorrido por la literatura Christine se encuentra con el Roman de la Rose. Este fue escrito en dos partes y por dos autores diferentes, unos ciento y tantos años antes que lo leyera Christine. La primera parte fue escrito en 1245 por Guillaume de Loris. En  cuatro mil versos cuenta el encuentro de “Fol Amour” y de la Rose, llamada “Tendre Bouton” (Tierno Capullo). Pero antes del desenlace de este episodio del amor cortés que todos esperaban  fuera feliz, muere el poeta y el libro queda inconcluso. Unos cincuenta años después, a fines del siglo XIII, la flor inaccesible espera aún al enamorado que la conquiste, pero como en un cuento de Perrault el que aparece es el lobo y no el príncipe. Jean de Meun, catedrático de la universidad de París, recalcitrante misógino, escribe una especie de Summa Teológica contra la mujer. A través de dieciocho mil versos que lo convierten en el autor reconocido del libro, intentará una documentada demolición del Mito de la Dama, cuidadosamente cincelado en latín, en langue d’oc y langue d’oil en los tres siglos anteriores, haciendo de la mujer blanco de ironías, insultos y perversas interpretaciones. (Desearía aquí en este momento comentar algo que me interesa…)

Christine lee el Roman de la Rose y se indigna. Ver tratadas así a las mujeres es algo que ella ha conocido en estos últimos tiempos tan difíciles.

En 1399 Christine escribe la primera obra de largo aliento por la que se le conoce después de haber escrito muchos poemas. Esta obra es la EPISTOLA DEL DIOS DEL AMOR. Allí Cupido, hijo de la Poderosa Venus, hablará a los hombres para reprocharles las graves calumnias, difamaciones y ultrajes que a diario reciben las mujeres de su parte. Dice Christine, por intermedio de Cupido con afilada ironía que ella llamaba su “ganivet” su pequeño cuchillo: “¡Señores, qué charlatanes y chismosos son!”.

Christine expone una serie de audaces metáforas y narraciones en lo que será su primer alegato a favor de las mujeres, tarea a la que se dedicará con constancia y pasión hasta su muerte en 1430. Increíbles son los argumentos que expone en mas de ochocientos versos para defender a la mujer: “Pese a todo lo que hablaron o escribieron mal de ellas, en ningún libro que hable de Jesús y tampoco en el Evangelio, encuentro yo testimonio en contra de las mujeres, mas bien un elogio de sus noble actos y de sus fervorosos deseos de servir a Dios. Ni vivo o muerto, jamás lo abandonaron. Sí, salvo por las mujeres, el dulce Jesús fue abandonado por todos”.

Y dice más adelante: “Toda la fé quedó en una sola mujer: la Virgen María. ¡Qué insensato calumniar a las mujeres aunque solo fuese por reverencia a la Reina del Cielo!”. Y añadiendo: “Gran honor hizo a la mujer Dios Padre al querer hacer de ella esposa y madre, el Templo de Dios unido a la Trinidad.”

Mas adelante defenderá a Eva. “En cuanto al engaño del que se acusa a nuestra madre Eva, afirmo que de verdad jamás quiso engañar a Adán, sino que ingenuamente creyó lo que le hizo creer el enemigo”.

Y pregunta, desenfadamente: “Claro que también hay algunas mujeres malas, llenas de vicios, pero cuando Dios creó a los ángeles, los querubines, arcángeles y serafines, en ese lote ¿no le habrá salido uno malo?”.

En ese mismo año 1399 Jean de Montreuil, Prevoste de Lille y Notario del Rey escribe un pequeño tratado, alabando al “Roman de la Rose” y con ironía, le manda de regalo un ejemplar a Christine. Es una declaración de guerra. Christine recoge el guante y se lanza a la lidia que durará mas de dos años. Una verdadera batalla epistolar se desata. La “Querelle del Roman de la Rose” encrespa el ambiente de la Universidad de Paris. Clérigos la difaman, teólogos la defienden. Comienza un enardecido intercambio de cartas. Jean de Montreuil y los hermanos Col, sus clérigos amigos, la tratan con hipócrita compasión. “Es sólo una mujer”, dicen. Christine escribe sobre el trabajo de Jean de Meun: “Encuentro la obra sumamente grosera”. Y cuando Jean de Montreuil y Gontier Col le reprochan asustarse con las menciones crudas que hace Jean de Meun de las partes pudendas del hombre y de la mujer, Christine responde: “No se trata de simple pudibundez; si fuera oportuno hablar de ellas para casos de enfermedad o lo que fuera, no sería deshonesto. Una hija y nieta de médico no se asusta por nombres de la anatomía sino por el vil uso que Jean de Meun hace de ellos”. Y continúa: “Jean de Meun usa una lengua indecente y todo lo que dice, reduciendo las relaciones sexuales a los retozos de las vacas y los toros en los prados es fraudulento. Y ella añade, que cree en el verdadero amor.

Jean Gerson, Canciller de la Universidad de París, reconocido teólogo, tercia en la Querelle y escribe un tratado contra el Roman de la Rose.

Dice Christine al terminar la Querelle: “Y que no se me reproche como locura, arrogancia o presunción, el haberme atrevido, yo, una mujer, a reprender y criticar a un autor tan sutil y a regatear elogios a su obra, cuando él, un hombre solo, se atrevió a difamar y censurar a todo el sexo femenino sin excepción”.

Es necesario situar la importancia en el tiempo, de la Querelle, - el libro había sido traducido ya por Chaucer al inglés, en el siglo XIII – y que era tan famoso como La Divina Comedia o los Cuentos de Bocacco para medir la audacia de Christine al criticarla. Y admirar un sentido moderno de la importancia de la publicidad, cuando manda encuadernar todas las cartas que ella y sus adversarios, Jean de Montreuil y los hermanos Col, han cruzado en estos dos años y que conforman la Querelle. Se lo dedica a la mujer mas importante del Reino, a la Reina Isabel de Baviera quien, ante el recrudecimiento de la locura de Carlos VI, ha sido nombrada Regente. Así llega la Querelle a todas las Cortes Reales y recorre Europa.

Christine seguirá escribiendo en tiempos oscuros y violentos: la Guerra de los Cien Años, el Gran Cisma que termina en 1417, la constante amenaza de los ingleses y las guerras fratricidas entre los príncipes de Francia.

En 1418, poco tiempo después de la derrota de Azincourt, en medio de la violencia que se abate sobre París, un año antes que los ingleses entren en Rouen y dominen la Normandia, Christine se retira a la Abadía de Poissy donde su hija ha profesado hace ya algunos años. Se llama a silencio. Esa mujer llena de energía que ha escrito sobre tantos temas no desea decir más en un mundo que se vuelve cada vez más sordo a las palabras rectas. En Poissy sólo saldrá de ese silencio para escribir “Las Horas de Contemplación de la Pasión de Nuestro Señor”.

Y de pronto van llegando noticias a la Abadía que hablan de una joven de dieciséis años que lleva a cabo proezas inauditas.

En 1429 Juana de Arco libera Orleáns, lleva al Delfín a ser coronado en Reims como Carlos VII.

Christine sale de su letargo y de pronto la esperanza vuelve con la primavera, como lo contará, en su última obra, “El Ditie de Jeanne d’Arc”. Allí exaltará a Juana y criticará  al delfín.

Comienza con su afirmación habitual:

Moi, Christine:

“Yo Christine te hablo a ti Jeanne,

He llorado durante 11 años

En esta amurallada abadía, donde he vivido

Desde que Carlos (qué extraño es esto)

El hijo del Rey (¿me atrevo a decirlo?)

Huyó con apuro desde París.

Yo, he vivido enclaustrada en esta abadía,

Hoy por primera vez empiezo a reír, comienzo a reír a todo corazón

Por la alegría de ver, la estación invernal se aleja”.

Y añade:

“Qué honor para el sexo femenino. Se ve

Claramente que Dios tiene una consideración especial para él,

Cuando esa gente malvada, que todo había destruido, huyó

Y el reino ha sido recuperado por una mujer,

Algo que cinco mil hombres no hubieran podido hacer.”

Y dice más adelante:

“Una niña de dieciséis años (¿no es esto algo sobrenatural?).

Aparece y los enemigos huyen ante su presencia:

Ni en Roma ha existido un hombre más valiente.”

 

En la última estrofa del largo texto consigna, pasando a la tercera persona:

“Este poema fue completado por Christine en 1429 el último día de julio. Pero creo que algunas personas estarán disgustadas por sus contenidos, porque aquellos que han inclinado la cabeza y cuyos párpados se cierran pesadamente, no pueden ver la luz.”

Christine se refiere a la huida del delfín. Tiene la valentía de expresar lo que otros callan. El delfín no tenía coraje, dice,  Juana de Arco, sí.

Y sin falsa humildad, añade: “Presento aquí un muy bello poema compuesto por Christine”.

Hasta el último momento no se rinde. Dice sus verdades. Y se da el gusto de afirmar que ha escrito un bello poema.

A puesto un coherente broche final a su vida, con su habitual libertad de pensamiento y fidelidad a si misma. Juana de Arco, de quien será la primera cronista, encarna todo lo que ella afirmó siempre sobre la mujer.

Muere en 1430, misericordiosamente para ella, sin conocer el final de Jean D’Arc en la hoguera de Rouen pero con la convicción de que su lucha por la igualdad y el respeto hacia la mujer queda ratificada con la sola existencia de la Doncella de Domremy.

 

Christine ha sido considerada por muchos la fundadora del feminismo. Creo que encerrarla en una cuestión de género es no hacerle justicia. Fue una mujer de totalidades y no de segmentaciones. Siempre habló del hombre y de la mujer. Hay un verdadero contraste en la manera en que un Jean de Meun habla de todas las mujeres con profundo desprecio en “El Roman de la Rose” y la admiración y respeto con que Christine habla de los hombres que reconocen los valores femeninos. No fue una “Man’s hater”, no en vano reconoció y amó a los hombres que fueron con ella fundamentales: su padre, el Rey y su marido.   

También habló personalmente a través de alegorías a las generaciones futuras. A ellas se dirige con convicción y esperanza: “Y como recompensa por mi tarea, a quienes me lean en tiempos venideros y lo hagan con algún placer, les pido me recuerden y en agradecimiento por mí, recen a mi memoria un Padre Nuestro”.

Ainsi soit-il. 

Me conmueve en Cristina de Pizan su valentía, su humor, su tenacidad, su audacia, su fé en la mujer.

Ya he rezado por ella más de un Padre Nuestro.